Por MSc. José Madera Medina, miembro de la Cátedra Martiana, de la UPR
Este mayo de 2020 se conmemoran el 125 aniversario de la caída en combate de José Martí Pérez, Mayor General del Ejército Libertador cubano, Apóstol de la independencia de Cuba y el Héroe Nacional.
También se cumplen 125 años de escrita la carta del Apóstol Nacional a su gran amigo mexicano Manuel Mercado. El texto, escrito el día antes de fallecer, aun cuando quedó inconclusa, es considera su testamento político, por ser la última vez en la cual dejó expresada con clara convicción política y patriótica el por qué y para qué había luchado toda su vida.
El trascendental documento escrito el día 18 de mayo de 1895, constituye la antesala conceptual del accionar patriótico que sucedería al siguiente día en la vida de José Martí: luchar con las armas por la independencia de Cuba hasta su último respiro.
Porque como el propio Martí expresara: “La palabra no es verdad, si no va acompañada de la acción”. El más universal de los cubanos no se contradijo: “evocó la guerra necesaria y a ella fue”; a vencer o a morir por sus ideas, por su Patria; lo hizo sobre una clara concepción patriótica, independentista, antiautonomista, antianexionista, antiimperialista, y latinoamericanismo profundo.
Todo lo hecho por José Martí estuvo cargado del más puro y alto humanismo. A la vida de este inmenso se le suman grandes méritos como pensador y ejecutor de ideas, de sueños realizables, atributos o cualidades que le confirman, sin ninguna duda, como «el más genial y universal de los cubanos», al decir Fidel Castro Ruz, nuestro eterno Comandante en Jefe.
Gabriela Mistral, poetisa chilena, lo definió como “el hombre más puro de la raza”. Mientras, Ezequiel Martínez Estrada, intelectual argentino, definió a José Martí como “el faro que mejor nos guía”.
José Martí fue un genial hombre, un patriota sin par, que siempre actuó como pensó, con altos sentimientos humanistas, concretando su propia concepción de que “Patria es humanidad”.
Cuanto hizo y planteó hacer siempre el Apóstol de la soberanía de nuestro país era luchar para “(… ) impedir con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice y haré es para eso”.
Quisiera resaltar esta sentencia del inmortal Héroe y lo hago por su trascendental importancia y vigencia. Así lo preconizó y ratificó en la carta inconclusa a Mercado antes de caer en combate, inolvidable efeméride para el pueblo cubano.
Al conocer de su muerte el 19 de mayo de 1895, la invaluable pérdida conmocionó a todos los patriotas, a sus amigos, a intelectuales y a políticos que le conocieron y valoraban la dimensión política de su pensamiento y acción, como Máximo Gómez, El Generalísimo y el Mayor General Antonio Maceo, figuras cimeras de la Revolución y de la “guerra necesaria” que Martí había organizado y dirigía en el momento de su caída en combate.
La terrible pérdida fue incluso reconocida por sus adversarios políticos. El propio coronel español Ximénez de Sandoval, quien dirigió las tropas en el combate de Dos Ríos donde cayó el Apóstol.
Por su importancia, y tal vez poca divulgación, quiero citar en esta ocasión algunos fragmentos de los criterios expresados el día 23 de mayo por Charles A. Dana, amigo y editor de José Martí, director del periódico norteamericano The New York Sun, en el cual nuestro Héroe Nacional fue un importante colaborador por largos años.
“Fue hombre de genio, imaginación, de esperanza, y de coraje (…) Su corazón era cálido y amoroso; sus opiniones, ardientes y ambiciosas, y murió como un hombre así había deseado morir batallando por la libertad y la democracia (…) Honor a la memoria de José Martí, y paz a su alma viril y generosa”.
A 125 años, la muerte no se ha podido apoderar de sus ideas; ni la de los caídos como él a lo largo de nuestra historia. Como el mismo Martí definió sobre el acto de morir por una idea justa: “La muerte no es verdad, cuando se cumplido bien la obra de la vida”. Una vez más da prueba haber sido un hombre de palabra: su vida fue ejemplo vivo de su ideario.
Su muerte no es verdad, no es retórica, o ficción ideológica; sino una interpretación basada en la dialéctica de la materialidad y de la espiritualidad humana. Desde el 19 de mayo de 1895, José Martí se consolidó, en consagración ganada sin proponérselo, como el Héroe Nacional de Cuba, como el Apóstol de su independencia, como el Maestro. No solo por sus ideas , ejercicio y dotes como pedagogo , sino por ser mentor espiritual de los cubanos; por pensar y actuar más allá del decir, por ser un hacedor y fundador; por constituirse en ejemplo preclaro de la ética del actuar más correcto, con el acompañamiento esencial del pensar.
Al decir del Maestro: “La mejor forma del pensar es el actúa” porque “lo que importa es hacer, aunque no se vea quién haga”.
“¡Oh Maestro, ¡qué has hecho!”, expresó su amigo, el poeta nicaragüense Rubén Darío, al conocer de su muerte en combate.
“El cubano era «un hombre». Más aún: era como debería ser el verdadero superhombre; grande y viril; poseído del secreto de su excelencia, en comunión con Dios y con la naturaleza”, escribió el poeta nicaragüense.
Los restos de José Martí reposan definitivamente desde 1947 en el “Retablo de los Héroes”, en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, a donde llegaron en cinco acciones de inhumación-exhumación e inhumación definitiva en su largo proceso, desde la primera vez realizada el 20 de mayo de 1895 en el cementerio de Remanganagua.
Pero su última acción de sepultura oficial ya en republicana terminó en su quinta y última vez realizada con solemnes homenajes el 30 de junio de 1951 en un histórico mausoleo erigido a su figura.
La Revolución triunfante de 1959 se ha encargado de enaltecer a Martí; no solo por la grandeza y vitalidad del Mausoleo donde descansa en el Retablo de los Héroes; sino por la incorporación de la «llama eterna» que le vivifica y lo ilumina.
Los líderes cubanos posterior a él y hasta la fecha no lo han dejado morir; sino comparten con las nuevas generaciones las más amplias expresiones de sus valores, pensamiento político, revolucionario y patriota; recuerdan su accionar constante impulsado por los deseos enormes de ver a Cuba libre y soberana, que por sí solo son la luz y el faro que nos guía.
Existe una sencilla, pero sustancial frase de quien fuera su más fiel seguidor, Fidel Castro Ruz, la cual sintetiza la idea de referencia y sustento de este constante homenaje: José Martí “fue «el autor intelectual del Moncada», es decir, “el autor intelectual de la Revolución”.
Hace 125 años tres balas enemigas acabaron con la vida del más genial y universal de los cubanos. Sin embargo, su muerte solo fue física, no pudieron acabar con él, antes bien, se inmortalizó. Recientemente otra bala, de las 32 contabilizadas disparadas contra nuestra embajada en Washington. DC, impactó sobre su metálica y acerada figura.
Estos últimos disparos, salidos del fusil AK-47 de un malnacido terrorista, de cuyo nombre no me quiero acordar; fueron una acción contrarrevolucionaria «made in USA» contra la Revolución cubana y su ejemplo; contra el pensamiento y la acción martiana y de Fidel Castro, sus dos más grandes artífices y hacedores.
Pero a esas balas terroristas también las enfrentó nuestro José Martí. Allí estaba, de pie, en el portal de la embajada cubana en Washington, en las entrañas del monstruo, como él mismo lo calificó. Allí estaba una vez más: firme e implacable para defender a Cuba, no solo con su cuerpo metálico devenido en escultura; sino con su ideario patriótico, antiimperialista y humanista.
¡Nadie lo puedo dudar! A su ejemplo y al de la Revolución cubana no se eliminan tan fácilmente, ni se destruye con balas terroristas porque son defensores de las causas justas de los hombres. Sin embargo, “el norte ha sido injusto y codicioso; ha pensado más en asegurar a unos pocos la fortuna, que en crear a un pueblo para el bien de todos”, al decir del propio José Martí.
No pudo ahora, ni antes ninguna bala enemiga matar el ejemplo de José Martí. Ni las balas de los fusiles Máuser de los soldados españoles en 1895, ni el AK-47 del ciudadano norteamericano que atentó contra la embajada cubana este 2020, ni ningún fusil o arma enemiga alguna usada contra nuestro país harán desaparecer al Maestro y su ejemplo. Así lo ha demostrado la historia.
Como todo buen cubano, que creo ser, llevo también dentro al Martí maestro, pensador, humanista y revolucionario. Llevo conmigo su paradigmática ética de saber morir como predijo y quiso: “con los pobres de la tierra”, y “de cara al sol”. Y así pido humildemente yo también morir, y “que me perdonan los muertos de felicidad”.
Por su vida y su obra, y por lo mucho que él hizo, soy hoy un hombre feliz. “El árbol que da mejor fruto, es el que tiene debajo un muerto”, expresó José Martí en 1891.
¡Viva José Martí, nuestro Héroe Nacional, nuestro Abdala! Quien, desde casi un niño, a los 16 años, ya defendió a su madre Patria, a Cuba, a su Nubia, en un poema dramático de igual nombre.