Carlos Ariel Abreu Cordero es uno de los estudiantes de la Universidad de Pinar del Río “Hermanos Saíz Montes de Oca” que trabaja como voluntario en el Hospital de Campaña Rafael María de Mendive. Esta es su historia
Por Glendy Hernández Arozarena
El mismo día que las autoridades de la provincia declaraban en cuarentena al reparto Llamazares, Carlos Ariel tuvo que apresurarse para poder salir a cumplir una misión impostergable. Dejaba a su familia atrás y no sabía cuándo regresaría. Pero cuando el deber llama no existen excusas, solo se tiene en la mente y en el corazón esa necesidad imperiosa de cumplir.
“Cuando comenzó la pandemia supe que no podía quedarme inerte frente a la pantalla del televisor esperando un parte diario para saber cómo marchaban las cosas en nuestra provincia. Desde el primer llamado del Consejo de Defensa Provincial me sumé al grupo de estudiantes voluntarios de la Universidad de Pinar del Río “Hermanos Saíz Montes de Oca” para ayudar en cualquier tarea de impacto. Quería ser útil y esa fue mi manera de serlo.”
Carlos Ariel Abreu es joven, líder estudiantil, excelente comunicador y mejor persona. Habla de sus labores durante la covid 19 con ojos vidriosos, como quien ha sufrido mucho esta realidad que vive el mundo y se siente impotente por no hacer más.
“Participé en la implementación de la aplicación Porter@, en la limpieza de centros de aislamiento, en el servicio de mensajería a personas vulnerables durante la primera etapa de la covid en Pinar del Río. Hoy, junto a 11 compañeros de la FEU, laboro en el hospital de Campaña de la Sede Pedagógica Rafael María de Mendive, sin dudas la tarea más difícil que he realizado.”
Cada anécdota de Carlos Ariel hace un nudo en la garganta, quizá por la pasión que pone en sus palabras o por el amor con que colorea el peligro de codearse con contactos de casos positivos o enfermos del nuevo coronavirus.
“Todos los días nos enfrentamos al riesgo de contagio, aunque estemos bien protegidos con guantes, mascarillas, máscaras, entre otros implementos que nos hacen irreconocibles. Cuando conocemos la noticia de algún caso positivo y vemos la reacción de las personas, el miedo, nos sentimos muy abrumados.”
“Es la primera vez que veo la cara de este virus de cerca: los síntomas, la preocupación, la incertidumbre. Y estar en el centro de todo, haciendo lo que necesite el personal médico y los pacientes me reconforta mucho y ayuda a espantar el miedo.”
En cada jornada hay momentos en los que se siente feliz y no preocupado; cuando una pequeña dibuja en una pizarra y le explica a su mamá cómo protegerse del coronavirus; cuando los PCR de él y sus compañeros dan negativos o cuando algún paciente sospechoso es dado de alta; también cuando los enfermos le agradecen por el apoyo y las palabras de aliento.
Solo compartí con Carlos 10 minutos, dejé que hablara a voluntad para no frenar las emociones. Detrás de las máscaras, de la voz segura, del llamado a que todos seamos más responsables descubrí un alma noble; de esas que se agradecen y debieran multiplicarse.