Por Glendy Hernández Arozarena
A Isis María Rodríguez Felipe no la conozco personalmente, no sé qué gestos hace cuando habla de lo que le gusta o cómo brillan sus ojos cuando piensa en su familia o seres queridos. Solo escuché su voz, grave y sin temor.
Según me cuenta ama leer y sueña con convertirse en abogada para defender los derechos de los animales. Es entonces cuando la imagino, en esa necesidad imperiosa de poner rostro y alma a la persona detrás del teléfono. Para mí Isis es vivaz, extrovertida, independiente pero apegada a todo lo que ama.
Debe desandar los pasillos de la facultad de Ciencias Sociales y Humanidades a un paso acelerado para no perder una clase, con todos los documentos y libros en su bolso bien organizados. Quizá es de las que saluda a todos por el mero hecho de ser educada. La veo sonriendo aunque sea un día difícil, dando consejos a amigos y desconocidos y alimentado a algún perrito callejero que no tuvo suerte de hogar.
Todo esto sucede mientras me cuenta de sus experiencias en el hospital de campaña de la sede Hermanos Saíz, donde hace siete días labora como voluntaria. Su universo de máscaras, batas médicas, guantes y Covid 19 se funden con el mío imaginando a una persona que ya admiro por la virtud de servir a los necesitados.
Y en esa complicidad a medias entre entrevistador y entrevistada me cuenta sobre su rutina, su equipo de trabajo y lo difícil que ha sido convivir cara a cara con un virus mortal.
«Me despierto bien temprano, clasifico la ropa, me incorporo al equipo de limpieza, reparto almuerzos, meriendas y agua entre los pacientes, casi no hay tiempo para descansar. Lo mejor de todo es la mirada agradecida de los pacientes y el equipo de trabajo que me acompaña, funcionamos como un todo y a ellos les debo que la estancia no haya sido más abrumadora.”
Continúa entusiasmada, como si el riesgo no importara, como si esta fuese la mejor decisión que tomara en su vida y yo no hago más que, desde el silencio, querer ser como ella.
“Esta experiencia no solo nos enriquece en el plano personal, también en el laboral. Cada uno de los que nos formamos hoy como futuros profesionales debemos poseer valores y la humanidad que nace en estos centros ayudan a consolidarlos, a ser mejores en todos los sentidos.”
Al fin una foto de Isis, una imagen para poner todo el orgullo que siento: por convivir, trabajar y crecer cada día en una universidad llena de hombres y mujeres de bien, con rostros sencillos pero corazón enorme, que, sin temor al contagio libran la batalla más noble de todos los tiempos: la de la vida.