Por Edenia Abreu Hernández
No hay ocasión en que no sonrían las personas cuando se menciona en cualquier sitio de la Isla, e incluso fuera de ella, a Pinar del Río, extremo más occidental de Cuba, médula de bromas, chistes y anécdotas por las peculiares características de su gente.
Pero no son solo sonrisas lo que provoca el pinareño, los motivos de orgullo sobran para querer y defender a esta tierra y a su gente.
Si mencionamos a los Hermanos Saíz, Isabel Rubio, Alejandro Robaina, Miguelito Cuní, Mijaín López, Pedro Junco, Pedro Luis Lazo, Abel Prieto, Polo Montañez, Pedro Pablo Oliva y Raúl Paz, por solo nombrar algunos, podemos observar el sinfín de personas ilustres, hijos de esta tierra y motivos de alegrías.
Pensemos ahora en varios sitios conocidos, queridos y admirados por la mayoría de los lugareños, podría citar entonces los Baños Termales de San Diego de los Baños, el Centro Internacional de Buceo María la Gorda, la Gran Caverna de Santo Tomás en Viñales, el mundialmente conocido Mural de la Prehistoria, la Península de Guanahacabibes y el icónico e inconfundible Valle de Viñales.
Si hablamos de pinareños no podemos olvidar nuestra distintiva hospitalidad, la misma que en recientes tiempos de pandemia llevó a mucha de su gente a sumarse de manera voluntaria a las tareas de apoyo para combatir al nuevo coronavirus en la provincia, esfuerzos que nos llevaron a una pronta recuperación sin lamentar fallecidos.
Cierto es que los habitantes del más occidental de los territorios cubanos somos además, sinceros, solidarios, bondadosos, con un gran sentido de amor al terruño; humildes, amigables, alegres, nobles, educados y muy atentos.
Qué decir del pinareño para rememorar el 246 aniversario del establecimiento de la tenencia de gobierno de Nueva Filipina, por disposición del capitán general Felipe de Fondesviela, aquel 23 de julio de 1774, cuando por vez primera quedaba nuestro territorio fuera de la supeditación de la villa de San Cristóbal de La Habana, a la cual había pertenecido hasta ese momento.
Por aquellos años, la producción tabacalera constituyó el elemento básico propulsor del poblamiento en el territorio y hoy es reconocido Pinar del Río como la tierra del mejor tabaco del mundo, fuerza que atrae a turistas y visitantes en general y que, sin dudas, impulsa la economía de nuestro territorio.
Desde ese entonces ya han pasado incluso siglos, y aunque se modificaron los municipios y el mapa político de la provincia, Pinar del Río siempre fue grande, como su pueblo, pueblo que nada tiene que envidiarle al resto de Cuba pues, aunque se dice que dejamos una concretera dentro de un cine al terminar la construcción, orgullosos estamos de nuestro Praga, de nuestro Parque de la Independencia, de nuestra Universidad y de nuestro estadio Capitán San Luis, donde muchas alegrías ha tenido este pueblo, que siempre ha hecho frente a las adversidades y que, sonriendo de nuestras propias bromas, nunca perdemos ese orgullo que nos caracteriza y que nos hace confirmar siempre que alguien pregunta: Sí, yo soy de Pinar.