Entrevista a la MS.c. Alayna Sánchez Osuna, profesora de varias generaciones de educadores de la Univerisdad de Pinar del Río «Hermanos Saíz Montes de Oca»
Por India Alejandra González Molina, estudiante segundo año Gestión Sociocultural para el Desarrollo, Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades
Foto: India Alejandra González Molina
Poder llamar compañeros de trabajo a personas que en un momento se tuvo la oportunidad de ver como estudiantes y el camino recorrido a partir de su primer año universitario, es un privilegio del que puede presumir la MS.c Alayna Sánchez Osuna.
Su trayecto en la Universidad de Pinar del Río “Hermanos Saíz Montes de Oca” (UPR), lugar en el que tuvo “una buena acogida”, comenzó cuando luego de egresar de la Universidad de La Habana, de la Licenciatura en Filosofía, la ubicaran en el Departamento de Marxismo-Leninismo para cumplir su servicio social impartiendo clases.
En esta Universidad se gradúo de Ingeniera Agrónoma, al matricular la carrera en curso por encuentro, período durante el cual no abandonó su trabajo como profesora de Filosofía, porque tenía la certeza de que “siempre hubiera terminado en la docencia”.
Durante este período han sido diversas las responsabilidades: fundadora y Jefa de la carrera Estudios Socioculturales en la Universidad de Pinar del Río, Vicedecana Docente durante una década de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades y, actualmente, Jefa del Departamento de Marxismo-Leninismo, del que nunca dejó de formar parte, pues afirma que “el mejor momento es estar en el aula”.
Sin embargo, ninguna tarea está exenta de retos, y aun con la experiencia existe la preocupación por lograr que los alumnos aprendan y disfruten en el proceso con el desafío de cómo hacerlo mejor y útil para su vida personal y profesional, dentro de lo que se incluye el trabajo político-ideológico con el fin de lograr que sea “más eficaz, con un interés práctico”, que contribuya a darle valor a la identidad y el orgullo que cada uno debe sentir por su historia, su nación.
Las satisfacciones se pueden resumir en los recuerdos, la posibilidad de atestiguar el progreso en sus alumnos, las veces que la detienen en la calle para preguntarle “¿profe, se acuerda de mí?”, cuando un familiar hace llegar el recado “le mandaron a decir que gracias a lo que le enseñó en la carrera pudo entrar al curso en la Universidad de México”, o cualquier otra parte del mundo, en cada jornada cuando mira a su alrededor y puede ver a los hombres y mujeres que ayudó a formar.
Ella, como muchos otros profesores de la UPR, dispersos en todas sus sedes, la primera vez que entró al aula, no nos contó nada de esto, se presentó, escribió su nombre y su correo en la pizarra, a partir de ese minuto se convirtió en la profe Alayna, la mamá de Ernestico, porque no son los títulos los que hacen especial a un docente, lo es el arte para educar que llevan cada día a las aulas.