Por Edenia Abreu Hernández
Apenas hace unos días se cumplió un año de la aparición en Cuba de los primeros casos positivos a la Covid- 19. En ese entonces y prácticamente actuando a ciegas ante la presencia de un virus casi desconocido, nuestro pueblo se confinó al punto que la famosa y esperada curva de contagios no llegó, en su momento, a ser tal y como la avizoraban los científicos.
Pero resulta ser que, con el nuevo año y un rebrote de la pandemia en la Isla, al parecer nos hemos adaptado a vivir con el virus como si fuera un vecino más. Siento que ya no importan los necesarios regaños del doctor Durán, ya se han ido olvidando las víctimas que deja la enfermedad, ya no importa si nos contagiamos mientras tengamos la despensa llena después de estar cuatro días seguidos en colas interminables.
Estar confinados al parecer colmó la poca paciencia de muchos porque noto que cada vez menos personas hablan del coronavirus y sus complicaciones asociadas. Ahora todo el mundo relaciona el tema a que este año estaremos vacunados y se acabará el agobio. Pero lo cierto es que la vacuna que está en camino ni siquiera se sabe con exactitud cuando acabará su trayecto porque está aún en la tercera fase de ensayos clínicos.
Sin embargo, al Sars-Cov 2 aun lo tenemos al doblar de la esquina y, conociendo su forma de propagación, salimos cada día a buscarlo porque pensamos que no nos contagiaremos nunca, porque el niño esta aburrido en casa y necesita jugar con otros pequeños de su edad o simplemente porque celebrar un aniversario que solo ocurre una vez al año no traerá problemas a nadie.
Conozco a quienes le da igual las circunstancias porque creen fielmente que todos llegaremos a contagiarnos en algún momento y he escuchado de jóvenes que mantienen sus reuniones habituales porque afirman que si los llevan a un centro de aislamiento será una alegría estar juntos allí. A diario veo a los abuelos de casa en la cola del pan o el pollo mientras el nieto espera alejado para llevarse la jaba a casa, conocí a un grupo deseoso de cuarentena para que le acercaran los alimentos a la puerta de la vivienda y sé de aquellos que salen a la calle a entretenerse en las colas y “A ver que sacan hoy”.
¿A dónde fue nuestra conciencia?
Es decepcionante ver cada día las indisciplinas en las calles, sobre todo de aquellos a quienes las autoridades llenan de opciones para que se mantengan en casa, mientras otros debemos salir a trabajar porque a pesar de la inseguridad, tenemos un compromiso social que cumplir.
Asumamos ya que el riesgo es real, la situación actual de nuestra provincia no es algo simple y llevadero sino alarmante y abrumador. Entendamos que vivimos tiempos excepcionales y de acuerdo a ello debemos actuar.
Dejemos de lado la indiferencia hacia el contexto en que vivimos y seamos capaces de avanzar conscientemente a la normalidad. Es hora de llevar la RESPONSABILIDAD como bandera y barrera ante la Covid-19.
