Por Edenia Abreu Hernández
Mario Luis Vera Madera es uno de esos jóvenes con que contó la Universidad de Pinar del Río “Hermanos Saíz Montes de Oca” en los tiempos difíciles que se vivieron en un principio en la Isla a causa de la expansión de la Covid 19 y que hoy vuelve a enfrentarse a un virus que nada tiene para ganar cuando jóvenes como él deciden enfrentarlo.
Encargado de la entrega de medicamentos a personas vulnerables y ancianos, este joven de tan solo 22 años y estudiante de tercer año de la carrera Lic. en Educación Biología, ayudó a inicios de la pandemia a 14 familias necesitadas distribuidas en 6 CDR del Consejo Popular Celso Maragoto.
Recientemente volví a saber de él cuando supe que se encontraba trabajando en la Zona Roja ubicada en la Sede Rafael María de Mendive, pero esta vez no estuvo solo, lo acompañó Dainelys Falcón Corrales, su novia y compañera de estudios.
Al recordar sus días allí, Nely, como cariñosamente la llaman sus familiares y amigos, se remite a las experiencias que se lleva consigo y a los momentos vividos junto a sus compañeros y su pareja.
“Yo anteriormente no había tenido un acercamiento a la pandemia como en este caso, aunque apenas hacía quince días mi hermano había salido del aislamiento luego de haber apoyado en la Sede Saíz y ya en algunos aspectos si tenía idea de como sería, pero nunca se vive igual. Cuando llegué tenía mucho miedo, pero eso poco a poco va despareciendo, creo que también me resultó más cómodo porque estaba con mi pareja y juntos nos apoyamos en todo momento”, comentó emocionada la joven estudiante.
“Fue un trabajo muy bonito, pero a la vez agotador, tanto físico como psicológicamente, porque ver la tristeza reflejada en las personas y sentir la sensación de derrota cada vez que llegaba un resultado de PCR positivo no es fácil, pero me quedo con la satisfacción de haber podido ayudar a un grupo de personas durante esta pandemia”, añadió.
Por su parte Mario reconoce que lo mejor de esta experiencia fue compartir en pareja, además del amor que los une, algo más que los estudios cotidianos de la carrera que cursan.
“Todo el tiempo nos estábamos velando a ver si hacíamos las cosas bien o por si se nos olvidaba echarnos cloro o ponernos los guantes. Siento que juntos somos más fuertes para enfrentar cualquier situación y eso hizo que la estancia fuera más amena. Lo más importante desde que decidimos entrar a vivir esta experiencia fue la certeza de que debíamos regresar a casa juntos y negativos, y espero que así sea”, expresó el jocoso muchacho.
Aunque ambos coinciden en lo paradójico de trabajar como voluntarios en el mismo sitio al que hasta hace apenas un año iban con libretas en mano rumbo a seguir su formación profesional, incitan a los jóvenes a no amilanarse ante una dificultad y a cooperar siempre en las tareas orientadas desde la universidad y fuera de ella.
