Lisett y los enigmas de la rima

Por: Elizabeth Colombé Frías

Un abogado y un poeta se parecen «en que el poeta intenta hacer justicia a través de sus versos», asegura Lisett Páez Cuba, doctora en Ciencias Pedagógicas, profesora de derecho en la Universidad de Pinar del Río y autora del soneto Agosto de 2020 (Cien poemas para un verano. Edita el Excmo. Ayuntamiento de Dos Hermanas, Sevilla. España, 2021)

La escritura se mete en el cuerpo de diversas formas y con diez años de graduada y uno como fiscal, Lisett aclara que su vocación literaria “surgió desde antes de la fundación del mundo” aunque no había tomado nunca una clase de escritura antes del 2019.

Según recuerdas en sexto grado plasmabas tu apetito creativo en un cuaderno de versos rimados y en secundaria y preuniversitario, participabas en los Concursos de Español Literatura; pero, ¿por qué la poesía?

Es la forma de entrar sin tocar a la puerta, de expresarme sin hablar, de viajar sin boleto de avión, de enamorar con versos y no con besos… Escribir es mi pasión, mi verdadera vocación y mi refugio. Citando a Elaine Vilar Madruga diría que la poesía es “mi patria, mi matria y mi país”.

¿Cómo llegas a ella?

Empíricamente, a través de mi padre que usualmente me leía -incluso declamaba de memoria- la obra de José Ángel Buesa. Y más allá de mis esfuerzos como aficionada, creo que mi mayoría de edad poética la adquiero en diciembre de 2019, cuando me integré al Taller Baragaño, los sábados en la Casa de la Cultura, aquí en Pinar. Han sido Eduardo Martínez Malo, Noel Díaz y Benigno Horta quienes me han ayudado a crecer como escritora.

 ¿Cómo crees que se relacionan la poesía y el ejercicio del Derecho?

Ambos intentan convencer, la primera con palabras disfrazadas de sentimientos y el segundo con discursos saturados de argumentos. ¿Cuándo escribes poemas puedes abstraerte de tu profesión? Claro, de mi profesión y del mundo; aunque reconozco en mis versos un “iusliteralismo” implícito.

¿Está presente la justicia en sus poemas?

 Sí, de alguna manera. De hecho, el poema Agosto de 2020 es un soneto que acusa a la nostalgia imperante en aquel tiempo de pax coronavírica.

Si como dices, la poesía es tu verdadera pasión, entonces por qué dedicarte al Derecho.

La ciencia ha ocupado en mí el espacio que a la literatura le pertenece. Lo reconozco. De hecho, quería estudiar Filología y por no irme para La Habana, estudié Derecho.

 ¿Cuánto tiempo le dedicas a la literatura?

La verdad muy poco. O, mejor dicho: no tanto como quisiera (…) Pero, el tiempo no dedicado a la musa, lo pretendo reivindicar. Hace poco matriculé en el Proyecto Laboratorio de Escrituras y presiento que se acerca una nueva época… Solo espero algún día -sin renunciar al mundo jurídico- poder indemnizar con creces los beneficios líricos dejados de percibir.

 Además de la poesía, ¿escribes algún otro género literario?

Advierto que prefiero (en orden de prelación): el soneto, el romance y el poema en verso libre. Pero en esta etapa pandémica, leyendo La Luna de Valencia de Nelson Simón y Cuentos de Guane de Nersys Felipe, descubrí que me fascina la narrativa infantil. Ya tengo dos obras en proyecto para niños(as), una en prosa y otra en versos: El hombre de Jerusalén y Teoría de las cosas importantes.

Tras haber recibido numerosos premios y reconocimientos en la rama del Derecho ¿qué significa tener una primera publicación literaria?

Una verdadera sorpresa, una serendipia literaria. Fue fabuloso llegar a casa el pasado 26 de mayo y tener un sobre de correo postal remitido desde Sevilla, España. Me dijo Juan Ramón de la Portilla que `fui a bailar en casa del trompo´. Y ahora, más que un privilegio, es un verdadero compromiso para mí la selección de mi soneto en la Antología del Primer Concurso de Poesía “Cien poemas para un verano”.

 ¿Qué autores que escribieron sobre el mundo de la justicia te han inspirado y por qué?

Tengo dos grandes referentes poéticos y ambos son cubanos: José Martí y Dulce María Loynaz. Martí me cautiva porque tanto en prosa como en versos hace panegíricos a la justicia. Por solo citar un ejemplo, viene a mi mente aquel poema suyo que empieza: ´Pensé que estuviste anoche jugando a juegos prohibidos…´ y luego se juzga a sí mismo en un desenlace magistral cuando termina diciendo: ´Sé que estuviste llorando toda la noche por mí ´.

La Loynaz me fascina por su mística y su lirismo apologético de la fe cristiana. Casualmente era abogada y es, a mi juicio, la gran poetisa cubana del siglo XX. En sus versos evoca siempre, de alguna forma, el arte de lo equitativo; tal y como ella misma diría: ´Tú, que quieres amar sin sombra y sin fatiga… ¿Acaso es tu amor más que la rosa o más que Dios? ´.