Por Edenia Abreu Hernández
Desde la aparición en Pinar del Río del nuevo coronavirus, la provincia posee un acumulado de más de mil casos confirmados, cifras que han crecido en la última etapa del ya conocido rebrote, periodo en el que se ha podido comprobar que el número de pacientes contagiados se ha multiplicado por cuatro, cantidad que supera la cifras que el territorio había asumido desde el inicio de la pandemia.
La compleja situación obligó a habilitar la Facultad de Cultura Física Nancy Uranga Romagoza, de la Universidad de Pinar del Río “Hermanos Saíz Montes de Oca” y la Universidad de Ciencias Médicas “Ernesto Guevara”, para apoyar al Hospital León Cuervo Rubio en el trabajo con los pacientes positivos asintomáticos.
Además, se instauraron nuevos centros de aislamiento para cercar a sospechosos y contactos de casos positivos en diferentes instalaciones de la ciudad, entre ellos, las Sedes Hermanos Saíz y Rafael María de Mendive de nuestra Casa de Altos Estudios, las que cuentan hasta el momento con un número importante de estudiantes y profesores que apoyan durante ciclos de trabajo de 10 días ininterrumpidos, en las labores de higienización y atención de manera general a los pacientes ingresados en ellas.
Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos de no pocos, quedan motivos para preguntarse si cada habitante de esta provincia, tras ocho largos meses de resistencia contra el Sars-Cov-2, ha clarificado la dimensión del inminente peligro al que aún nos enfrentamos.
Las nuevas medidas de normalidad instauradas en varias provincias del país llevaron a la apertura de los diferentes aeropuertos internacionales y con ello, la entrada a la Isla de cubanos residentes en el exterior, quienes deben seguir un protocolo, establecido por las autoridades, una vez se encuentren en los respectivos sitios hacia los cuales se dirigen.
Este último aspecto, conocido por todos, está siendo insuficientemente respetado. La responsabilidad personal anda ausente en ciertas conductas individuales, las cuales, siguen atentando a posibles rebrotes de la terrible pandemia; sobre todo, en los tiempos tradicionalmente festivos que se nos acercan.
El deseo de un añorado abrazo o la ilusión de una cercana sonrisa, no debe quebrantar la necesaria prudencia que se requiere por estos tiempos; mucho menos cuando el recién llegado está por recibir resultados de su PCR pues, en circunstancias como las actuales, una mejilla inocente y una mano amiga, pueden ser la elección de la Covid-19 para su asecho mortal.
En Cuba y, específicamente en nuestra provincia, el aterrador virus pega a diario contra un muro de esfuerzos, humanidad y ciencia; levantado en esta tierra reconocida por su entrega y solidaridad; pero pareciera que, a esa incuestionable verdad, le siguen algunos excesos de confianza y tendencias individuales que se empeñan en subestimar al letal enemigo.
Quienes así actúan, deberían recordar que, en Cuba, la Covid-19 nos ha quitado más de un centenar de vidas. Sin los descuidos personales de algunos, menores habrían sido las pérdidas y menos atormentado, prolongado y costoso el esfuerzo que realiza el país para lograr un mínimo de la presencia de la enfermedad.
Definitivamente, el distanciamiento físico y las medidas higiénico sanitarias, son los únicos antídotos que actualmente existen contra el nuevo coronavirus y, sin embargo, siguen siendo una tarea pendiente para gran parte de la población. No subestimemos al enemigo, no nos confiemos en que la seguridad está garantizada y concibamos bien los cuidados que nos toca implementar a nivel individual. Simplemente, propongámonos prosperar en responsabilidades.