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Comentario Cultura

Tres mujeres en la literatura cubana

Escrito por dcom

Por MS.c Luis Pérez González, miembro de la UNEAC

Esta vez, ante la proximidad del 8 de marzo, fecha escogida cada año para homenajear a la mujer cubana, he decidido eludir el siempre válido texto apologético, para tributarle todo el respeto y la admiración que merece a través del tratamiento de tres figuras femeninas muy representativas del género y que conforman una tríada magnífica para caracterizarlo. Las alusiones que haremos de sus biografías y creación literaria, desde sus singularidades, nos permitirán ir descubriendo aquellos rasgos comunes y definitorios.

GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA (Puerto Príncipe, Cuba, 23 de marzo de 1814-Madrid, España, 1ro de Febrero de 1873)

Su poesía se ha distinguido por el análisis de los estados emocionales derivados de la experiencia amorosa. Esta temática procuraba dar respuesta a uno de los temas constantes de su trayectoria literaria: el vacío espiritual y el anhelo insatisfecho, expresado brillantemente en estos versos suyos:

“Yo como vos para admirar nacida, / yo como vos para el amor creada, / por admirar y amar diera mi vida, / para admirar y amar no encuentro nada.”

También cultivó el género narrativo y especialmente el dramático. En España escribió una serie de novelas, la más famosa, Sab (1841), un folletín que trata la temática antiesclavista y de amores no correspondidos. Dos mujeres supone una invectiva contra el matrimonio. Otra de sus novelas, Guatimozín, reúne una gran cantidad de erudición histórica y se sitúa en el México de la etapa de la conquista.

En sus restantes obras narrativas, si bien carecen del vigor de las tres primeras, sigue presente la decidida crítica a la sociedad convencional.

Sus mayores éxitos en el teatro los obtuvo con dos dramas bíblicos: Saúl (1849) y, sobre todo, Baltasar (1858), considerada su obra cumbre en el ámbito dramático. Los dos muestran aspectos distintos del Romanticismo. Saúl representa la rebeldía, mientras que Baltasar escenifica el hastío vital, la melancolía del “mal del siglo” que será sentida en la segunda mitad por los poetas simbolistas franceses y en el modernismo hispánico.

Entre sus comedias, cabe destacar La hija de las flores (1852). En 1860 escribe La mujer, una serie de artículos en los que plantea la igualdad intelectual entre mujeres y hombres, e incluso la superioridad intelectual de las mujeres:

«No ya la igualdad de los sexos, sino la superioridad del nuestro».

Mucho se ha discutido sobre la nacionalidad de esta escritora. Tanto Cuba como España la reclaman como suya. Cubanos y españoles la incluyen por igual en antologías y estudios dedicados a poetas de sus respectivos países.
Por otro lado, se le ha considerado la poeta romántica por excelencia; la heroína trágica que, siendo aclamada en público, fue terriblemente infeliz en su vida privada. Independientemente de que esa imagen esté basada en hechos reales, es evidente que ella la promovió en vida, y que muchos de sus admiradores y críticos posteriores contribuyeron a mantenerla después de su muerte.

Además, gran parte de su obra es leída y analizada siempre desde una perspectiva biográfica, debido a la publicación póstuma de su correspondencia amorosa con Ignacio Cepeda, por lo que su biografía ha eclipsado en gran medida la importancia de su legado literario.

La crítica feminista de esta última década ha puesto en evidencia las
características sui generis de la producción literaria femenina, cuya dinámica solo ahora comienza a comprenderse en términos de los valores hegemónicos de una cultura falocéntrica, ya que en el plano histórico y social la mujer siempre poseyó un rol secundario.

La importancia de Tula o La Avellaneda queda impregnada en cada una de sus obras literarias, pues de manera innegable dieron voz y soporte a la mujer, quien poseyendo un rol casi inexistente pudo emerger y entablarse en el canon literario. Por tal motivo, su obra ha sido ampliamente estudiada por muchos en pro de manifestar sus ideas a la contemporaneidad y perdurar su legado por muchísimo tiempo.

DULCE MARÍA LOYNAZ (La Habana, Cuba; 10 de diciembre de 1902-Ibidem; 27 de abril de 1997).

Considerada una de las principales figuras de la literatura cubana y universal. Obtuvo el Premio Miguel de Cervantes en 1992. Publicó sus primeros poemas en La Nación, en 1920, año en que también visitó
los Estados Unidos. A partir de esa fecha realizó numerosos viajes
por Norteamérica y casi toda Europa, incluyendo visitas a Turquía, Siria, Libia, Palestina y Egipto. Visitó México en 1937, varios países de Sudamérica entre 1946 y 1947 y las Islas Canarias en 1947 y 1951, donde fue declarada hija adoptiva.

Entre sus primeras obras se encuentran Invierno de almas y Vesperal; en dicha publicación aparecieron otros textos entre 1920 y 1938. En 1929 Dulce María, junto a su madre y hermana, realiza un viaje por el Medio Oriente donde visitaron Turquía, Siria, Libia, Palestina y Egipto. Este último viaje afectó especialmente a la poetisa que, luego de visitar el museo de Luxor y ver la tumba de Tutankamón, escribiría un poema epistolar lírico y de profunda connotación romántica al desaparecido faraón.

En 1947 publica el poemario Juegos de agua, y a partir de 1950 un editor
español se interesa por la obra de la cubana, publicando varios de sus trabajos.

De esta época, específicamente de 1951, data la publicación de su única
novela, Jardín. Le seguirían Carta de amor al rey Tut-Ank-Amen (1953), Poemas sin nombre (1958) y Un verano en Tenerife (libro de viajes) que, según la autora, fue «lo mejor que he escrito», entre otras cosas porque la poetisa, en su primer viaje a esa isla, quedó prendada de ella y llegóa adoptar a España como su segunda patria. También su obra tuvo una gran acogida en ese país.

En 1950 publicaría crónicas semanales en El País y Excélsior. También
colabora en Social, Grafos, Diario de la Marina, El Mundo, Revista
Cubana, Revista Bimestre Cubana y Orígenes.

Dentro de su prosa es de vital importancia destacar su libro Fe de vida, obra
autobiográfica y centrada fundamentalmente en dar a conocer a su segundo esposo, para muchos invisible hasta ese momento, Pablo Álvarez de Cañas, quien fuera figura relevante en círculos sociales de La Habana en su época.

Jardín fue escrita entre 1928 y 1935 y publicada en España en 1951. En la
novela se aprecian recursos característicos del realismo mágico, elemento
imprescindible a la hora de analizar esa obra, teniendo en cuenta que fue
escrita entre la segunda y tercera décadas del siglo XX, adelantándose así a
los escritores que explotaron este discurso narrativo en décadas posteriores.

Aunque con respecto a Jardín todo es polémico, hay que reconocer que los
elementos estilísticos utilizados por la autora han ubicado a esta novela como precursora de la actual novelística hispanoamericana.
Sobre la novela dijo Gabriela Mistral:

Para mí, leer Jardín ha sido el mejor “repaso” de idioma español
que he hecho en mucho tiempo…

A raíz del triunfo de la Revolución cubana, la poetisa se autoaisló de la vida
social durante largo tiempo en su casona de El Vedado. Sin embargo, fue su
actitud apolítica, en un país donde se instauraba un nuevo régimen, lo que le costó el desconocimiento en su propia tierra. Recibió numerosas ofertas de España y EE.UU., pero nunca abandonó su país, quizás por ser la hija de un general del ejército libertador. En una ocasión le propusieron abandonar su Patria y expresó: «Yo soy hija de uno que luchó por la libertad de Cuba, quien tiene que irse es el hijo de quien quería que siguiera siendo colonia». Vivió en un exilio interno dentro de su propio país. ​

Sus últimas publicaciones en Cuba fueron Poemas escogidos (1985), Bestiarium (1991) y La novia de Lázaro (1991). La Diputación de Cádiz publicó, en 1992, Poemas náufragos, y la editorial Espasa Calpe una amplia antología de su obra. Igualmente, en 2001, un joven investigador cubano actualmente radicado en México, Roberto Carlos Hernández Ferro, publica con la editorial habanera Extramuros una selección de poemas casi desconocidos de la Loynaz, considerados sus primeros textos, que se encontraban dispersos en prensa periódica de la década del veinte.

Esta selección se agrupó bajo el título de El áspero sendero, nombre que
también corresponde al primer poema de dicha selección, en la cual, con
notable valor exegético, el compilador aclara en su prólogo la correcta fecha de publicación del sonetario «Diez sonetos a Cristo», en el diario La Nación, que fue abril de 1920 y no en el año 1921, en la Revista de la Asociación Femenina de Camagüey, como se había manejado hasta entonces.

En la década de los sesenta, el pianista pinareño José Antonio Martínez de
Osaba comenzó a interesarse por la vida de Dulce María Loynaz y a hacer
averiguaciones sobre el paradero de la poetisa. Algunos decían que la misma había partido al extranjero con su esposo Pablo Álvarez de Cañas, otros que aún vivía en La Habana, pero nadie sabía exactamente dónde fijar su residencia. Algunos aseguraban que había fallecido. Luego de una tenaz búsqueda, dio con el paradero de la Loynaz en el año 1969 y, mediante una amplia correspondencia y visitas periódicas, construyeron una gran amistad.

Fue el primer acercamiento de la escritora con las tierras de Vueltabajo. Sin
embargo, quien sellaría los lazos de amistad entre la poetisa y Pinar del Río fue el historiador Aldo Martínez Malo, quien la conoció en 1971 y con quien también mantuvo una amplia correspondencia que luego sería recogida en el epistolario Cartas que no se extraviaron. En Pinar del Río recibió numerosos reconocimientos, tanto ella como sus hermanos. En 1990, luego de haber donado su biblioteca personal que atesoraba importantes títulos, muchas ediciones Príncipe, y obras dedicadas por sus autores, funda en la ciudad de Pinar del Río el «Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura Hermanos Loynaz».

También en esta provincia se celebró, con carácter más o menos
anual, el encuentro iberoamericano sobre su vida y obra.

Asistió en 1953, invitada por la Universidad de Salamanca, a la celebración del VII Centenario de esta Casa de Altos Estudios. En 1959 fue elegida miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua, que presidió desde 1992 hasta el momento de su muerte.

Durante su vida recibió gran cantidad de premios y honores. Entre ellos se
destacan junto al ya mencionado Premio Cervantes en 1992, la Gran Cruz de
la Orden de Alfonso X el Sabio en 1947, y el nombramiento de Dama de la
Orden de Isabel la Católica.

En Cuba recibió la orden cultural Félix Varela y el Premio Nacional de Literatura, entre otros. Como mujer y escritora asombraba por esa extraña combinación de severidad y delicadeza, lo que transpira en sus textos.

CARILDA OLIVER LABRA (Matanzas, 6 de julio de 1922-Ibidem, 29 de agosto de 2018​)

Fue una de las más importantes poetisas cubanas contemporáneas, reconocida internacionalmente. Obtuvo el premio nacional de literatura en 1997 y fue Doctora en Derecho Civil. Además de ejercer su profesión como abogada, trabajó también en la biblioteca pública Gener y del Monte, de Matanzas, y fue profesora de inglés, de dibujo, pintura y escultura.

Carilda Oliver es una de las máximas exponentes de la literatura cubana. Nace en la ciudad de Matanzas, el 6 de julio de 1922. Se gradúa de Bachiller en letras y ciencias en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas, en 1940.

Su primer libro, Preludio Lírico, fue publicado en Matanzas en 1943. Aunque apenas se insinúa la personalidad que poco tiempo después definiría toda su obra, este poemario representa el primer contacto de la poetisa con su pueblo.

Ingresa en la Peña Literaria de Matanzas, en la que llega a ocupar diversos
cargos, entre otros el de presidenta. Después de obtener el segundo lugar en el Concurso Internacional de Poesía, organizado por la National Broadcasting Company de Nueva York, Estados Unidos, publica en 1949 Al sur de mi garganta, al mismo tiempo que trabaja en la biblioteca Gener y del Monte. Es declarada hija eminente de la Atenas de Cuba.

En ese mismo año gana la Flor Natural en los Juegos Florales de Cárdenas, concurso nacional promovido por el Ministerio de Educación en
homenaje al centenario de la bandera cubana. Su Canto a la bandera resultó el mejor entre ochenta participantes, posteriormente fue publicado, en forma de plegable por Ediciones Matanzas. En 1950 obtiene el Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación por su libro Al sur de mi garganta.

En 1951 le es conferido el Premio Nacional del Certamen Hispanoamericano,
convocado por el Ateneo Americano de Washington, para celebrar el

tricentenario de Sor Juana Inés de la Cruz, y el accésit al Premio Nacional
“Hernández Catá”, por su cuento La modelo. En esa misma temporada culmina
sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas de Matanzas que la acreditan
como profesora de dibujo, pintura y escultura.
Hacia 1952 aparece en la antología Cincuenta años de poesía cubana,
preparada por Cintio Vitier. Es así que su arduo trabajo literario y su vinculación
con el mundo de las artes va dando frutos y reconocimientos. En 1952 contrajo
nupcias con el abogado y poeta Hugo Ania Mercier, de quien se divorciaría en
1955.
Entre 1953 y 1959 hay varios hechos significativos en la vida y la obra de la
autora: se entrevista con Gabriela Mistral en casa de Dulce María Loynaz;
aparece incluida en Las mejores poesías de amor cubanas, publicada por la
Editorial Laurel, de Barcelona, España; organiza el Primer Festival de la
Décima, en el Teatro Sauto; publica en su ciudad el Canto a Matanzas; trabaja
en el diario El imparcial, encargándose de la sección «El poema del sábado»;
ocupa el cargo de directora de cultura del municipio de Matanzas. Escribe y
envía a la Sierra Maestra el poema Canto a Fidel. Al triunfo de la Revolución en
1959, ya Carilda se ha consolidado como una de las poetisas cubanas más
prominentes.
De 1959 a 1979 va a tener una intensa labor como profesora de inglés en
escuelas de su natal Matanzas, así como en la ciudad de Cárdenas, ligando a
su amor por el magisterio su pasión por la poesía. Algo a destacar es su
participación en la campaña de alfabetización. Publica en La Habana Antología
de versos de amor, a la vez que José Sanjurjo la incluye en Poetas: poemas
sociales, humanos y eternos; y en Poesía cubana contemporánea lo
hace Humberto López Morales, ambos publicados en España. Toda su familia
emigra a los Estados Unidos. Se casa en segundas nupcias con el tenor Félix
Pons Cuesta.
En 1978 colabora en la compilación Poetas de Matanzas, junto con Lina
García-Oña y Luis Lorente. En ese mismo año el escritor Roberto Cazorla
funda en «El gallo de oro», antiguo restaurante «Chicote» de Madrid, la Tertulia
Poética Carilda Oliver Labra que aglutina escritores de habla hispana y honra
en sus boletines y actas la obra de la poetisa.
El período de su vida que transcurre de 1980 a 2012 se va a encontrar signado
por los homenajes a su obra en distintas latitudes, así como su participación en
diferentes eventos nacionales e internacionales. Enviuda de su segundo
esposo en 1980. Le otorgan la Distinción por la Cultura Nacional, el Premio
Nacional de Literatura de Cuba (1997) y Premio Hispanoamericano José
Vasconcelos, le dedican la XIII Feria Internacional del Libro de Cuba (2004).
Recibe en dos ocasiones el Premio Maestra de Juventudes, que otorga
la Asociación Hermanos Saíz.
Ha quedado como sello inconfundible de su obra ese sentido atrevido y
desbordado, ese erotismo que nunca se propuso ocultar: “Me desordeno amor,
me desordeno…”

EPÍLOGO NECESARIO

Se entiende entonces que sensibilidad exquisita, sentimiento amoroso y pasión
son rasgos que identifican al alma femenina y que el arte de la palabra puede
convertirse en un medio idóneo para su expresión cuando la fuerza creativa es
auténtica. Estas tres escritoras así lo evidencian perfectamente.
De una manera u otra nuestras mujeres de hoy pueden verse reflejadas en
ellas. Por eso las seleccioné para concretar mi intención onomástica. El
pretexto queda bien justificado. ¿Qué piensan mis lectores?

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