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Economía

Del cálculo, la planificación y la realidad

Escrito por dcom

Tomado de Juventud Rebelde

A poco más de un mes del comienzo de la Tarea Ordenamiento, el impacto en la vida de las personas y en la organización de los hogares es indiscutible, aunque no en todos se evidencia de la misma manera.

Algunos consideran que es muy pronto, que hay que esperar a pagar el consumo eléctrico y la telefonía fija con las nuevas tarifas, que en marzo se verá. Hay quien duda y prefiere que pase 2021 —y «se vaya la COVID-19»— para sacar el cálculo, decir si la cuenta da y para qué alcanza.

Desde Bayamo, Olaisi Leyva opina que aún la economía familiar no se organiza del todo, pues está «viviendo al diario y reprogramando con lo que va quedando».

Yamilé Mateo, de Santiago de Cuba, subraya que resulta difícil trazarse un plan, pues los gastos de la comida varían: «todos los meses no encuentras lo mismo, ni al mismo precio. No quiero ver cuando tenga que comprar zapatos».

Otros cubanos, como el tunero Yaidel Rodríguez, señalan que les ha sido posible ahorrar, pero no porque así lo hayan dispuesto, sino por las escasas ofertas.

A esas circunstancias se suman otras, como la incidencia en el nuevo salario del pago por vacaciones, la poca información sobre los ingresos en algunos centros laborales que no explicaron con tiempo a sus trabajadores (lo cual les impidió planificarse), y la realidad incuestionable de que no se gastará lo mismo cuando se pueda sacar a pasear a los niños, por ejemplo.

No obstante, es saludable hacer un resumen del impacto en la familia cubana del primer mes de la Tarea Ordenamiento, para aprender de las mejores prácticas, sugerir transformaciones y que la población exprese sus principales inquietudes.

Rediseñando la economía de lo doméstico

Aunque el ordenamiento no radica solo en lo salarial y en los ingresos familiares, es lógico e inevitable que la mirada y las preocupaciones se enfoquen, sobre todo, en este asunto. Enero ha sido un período de «tantear el camino» y limitar gastos en función de «estirar» el dinero disponible. Cada cual, desde sus posibilidades, ha tomado medidas para no sufrir el sobregiro de sus gastos.  

Lo corrobora la bayamesa Madelín González, educadora de círculo infantil, quien culminó el contrato con la persona que le traía mensualmente los mandados porque elevó los precios; prescindió de la suscripción de tres de los cuatro periódicos que llegaban a su vivienda; y acortó el tiempo que dedica a ver la televisión.

«Si sigo con el ritmo anterior, puedo sobrepasar los 200 pesos en el pago de la electricidad e igual cantidad en la factura de teléfono. Como ver novelas durante horas no es imprescindible, puedo ajustarme a la nueva realidad», dice.

Similar reflexión hizo la tunera Yda Lidia Fernández: «Ponías a calentar agua en el fogón y se te olvidaba. Cuando te percatabas, la mitad se había evaporado y tenías que volver a calentarla. Ahora rectificamos todo eso».

Por su parte, el puertopadrense Jorge Pupo optó por incluir a su hijo en el aporte de los gastos de la casa: «Ahora le toca ayudar a pagar la canasta y la electricidad». Sin embargo, los ajustes no solo radican en apagar luces y estar al tanto del fogón.

Bien lo sabe la joven cienfueguera Claudia Hernández, trabajadora del turismo. Cuenta que entre los cambios que ha hecho en pos de extender el dinero para ella y su abuelo, está el no comprar especias naturales: «350 pesos por una pata de ajo es demasiado. Calculé unas tres libras semanales de carne de cerdo, y solo eso representa unos 700 pesos, de los casi 2 000 que me quedan después de pagar lo indispensable». 

Ludey Izquierdo, de Pinar del Río, asegura: «He tratado de no exceder el monto de la canasta básica, para valorar cómo se comporta la economía familiar. Nos está resultando, aunque ahora tengo menos gastos que si saliera a la calle».

Mientras, la holguinera Yamina Ríos apunta que los ingresos de su esposo e hijo se ponen, junto a su jubilación, en función de las necesidades del hogar. Ella ratifica la idea del ahorro, mas su vivencia devela otras aristas.

«Ya no puedo poner el split ni ir a un restaurante como antes; no puedo ir a las tiendas en MLC porque cuando sacan algo se abarrotan, aunque tengo algo de dinero en la tarjeta; y no hay casi nada en las que antes vendían en CUC». Añade que lo mejorcito fue que pudo comprar Nutriforte (vitaminas) sin cola, y diez ámpulas de Truabin a 398 pesos —antes que este jueves se anunciara su rebaja de precio—, que no pueden faltarle por su enfermedad.

Primeras apreciaciones y tropiezos

No todas las personas ni las familias viven o enfrentan las mismas circunstancias ni encuentran soluciones factibles a problemas similares. A pesar de que no pocos se acogen a la lógica de no gastar más de lo ingresado y a la planificación de los recursos económicos para los llamados gastos fijos primero y luego para lo fundamental, la realidad supera lo proyectado, y resulta difícil usar una misma fórmula para todas las situaciones.

Con el fin de propiciar un debate transparente, diverso y que ilustrara la mayor cantidad de vivencias, este equipo de periodistas apostó por una técnica de investigación alternativa basada en encuestas y grupos de discusión en la red social Facebook.

Para lograrlo, creamos un grupo privado denominado Experimento para reportaje, con la participación de 511 miembros (hasta el procesamiento de los datos) de La Habana, Holguín, Santiago de Cuba, Matanzas, Camagüey, Bayamo, Cienfuegos, Las Tunas, Santa Clara, Guantánamo, Pinar del Río, Sagua de Tánamo, Palma Soriano, Alquízar, Placetas y Nueva Gerona. Los rangos de edades de las personas que más interactuaron estuvieron entre los 25-34 años, 35-44 años y 45-54, aunque participaron personas desde los 16 años hasta más de 65.

La primera pregunta estuvo dirigida a saber si la suma del nuevo salario de toda la familia permitió hacer más o menos gestiones económicas con respecto al anterior. Solo se podía elegir una de las opciones propuestas y, si alguien lo consideraba necesario, tenía la posibilidad de añadir una nueva opción. La interrogante fue respondida por 247 personas, de las cuales el 39,2 por ciento respondió que el salario no alcanzó para llegar hasta el día del cobro de febrero.

El 31,5 por ciento, en cambio, aseguró que alcanzó un poco más que antes, mientras que el 21,05 por ciento dijo que alcanzó, pero no satisfizo las necesidades. Solo el 2,8 por ciento refirió que les alcanzó mucho más que antes. También hubo quien marcó la opción de que no llegó con dinero ni a la mitad del mes de enero (1.2 por ciento) y el referido a que no tuvo ingresos porque estaba desempleado (2,4 por ciento).

Como puede apreciarse, entre los participantes hubo diversidad de experiencias, desde quien se «vio apretado» a mediados de enero, quien no tuvo ingresos, hasta quien se encuentra en mejores condiciones que el pasado año.

Sobre los diferentes usos y destinos del salario familiar del mes de enero en cada hogar fue la segunda interrogante. Esta proponía varias opciones, de las cuales se podían marcar todas las que se consideraran. Participaron 198 personas.

El 99,4 por ciento señaló la compra de alimentos a sobreprecio en el mercado informal, seguido de alimentos y pagos de los servicios básicos (80 por ciento) y de alimentos comprados en entidades estatales (45,4 por ciento). Otros destinos de los ingresos de enero se dedicaron al pago de la electricidad, pago de internet o datos móviles, aseo, factura telefónica, transporte, medicamentos, y cambio de moneda nacional por MLC para compras en tiendas en MLC, en ese orden.

Llama la atención que 13 personas se refirieron al ahorro en cuentas bancarias como uno de los destinos de parte de su salario del mes último. Otros gastos se emplearon para «algún pequeño gusto que antes no me permitía», compra de artículos para bebé, compra de ropa o calzado, materias primas o insumos para producir bienes o servicios, pago por la plataforma Tuenvío, así como barbería y peluquería.

Estas cifras pueden servir para ilustrar la panorámica nacional que encuentra el ciudadano común cuando sale, con su nuevo salario, a buscar o pagar por lo que necesita. Que casi el ciento por ciento de los encuestados haya señalado la compra de alimentos a sobreprecio en el mercado informal apunta hacia desabastecimiento, descontrol de los recursos, acaparadores, coleros y revendedores…, fenómenos que empañan hoy la visión que pueda tener la ciudadanía de la Tarea Ordenamiento, y que exigen de los directivos (desde el municipio hasta el nivel macro, según corresponda) mayor capacidad de previsión, control y resolución de estos problemas.

Para solo citar ejemplos concretos de los precios exorbitantes que han tomado algunos alimentos en dos territorios, pongamos atención a lo que cuentan holguineros y habaneros.

Sara Liz Ricardo asegura que «en Holguín la carne de cerdo al corte está desde 70 hasta 90 pesos y la limpia para bistec, a 130 pesos; 20 pesos una libra de guayaba, 25 una de pimiento. Ayer un carretillero me vendía una pata de cebollas (con no más de 12 unidades medianas) en 300 pesos».

Por su parte, Mabel Pupo, también desde Holguín, comenta que un paquete de espaguetis llega a costar en el mercado informal 180 pesos; un huevo, ocho pesos; la libra de arroz a 35 y una cabeza de ajo diez pesos.

En tanto, Pilar Flores y Yaritza Cabrera, de La Habana, hablan del aumento de precios a productos como malanga (entre 15 y 30 pesos la libra), arroz (30 pesos la libra), frijoles (60 pesos la libra) y leche (250 pesos la bolsa).

Ordenar también es controlar

Que habría inflación no era un secreto. Lo advirtió el propio Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez durante el anuncio del inicio de la Tarea Ordenamiento, el 10 de diciembre de 2020, al referirse a uno de los riesgos del proceso: «Uno de los principales es que se produzca una inflación superior a la diseñada, agudizada por el actual déficit de oferta. Los precios abusivos y especulativos no se permitirán, se enfrentarán socialmente con medidas de contención y severas sanciones a los incumplidores».

A un mes del inicio de la implementación, ese reto constituye una de las realidades que más la golpean. De hecho, solo en La Habana se llevaron a cabo 109 acciones vinculadas a las violaciones de precios, luego de un día de aprobarse el Decreto 30, del Consejo de Ministros, según dio a conocer Orestes Llanes Mestres, coordinador de programas del Gobierno de la capital, en la Mesa Redonda del 5 de febrero último.

Pero el asunto no es exclusivo de La Habana ni de puestos de venta particulares: no en vano el propio Presidente cubano ha analizado, durante las recientes visitas gubernamentales, el problema de los altos precios puestos por empresarios y grupos empresariales a varios productos. En ese sentido, subrayó, el 4 de febrero último, en la Isla de la Juventud: «La población no puede pagar la ineficiencia».

Por su parte, el Primer Ministro Manuel Marrero Cruz preguntó en ese territorio cuál fue la valoración política para crear los precios, por qué la irresponsabilidad, por qué crear malestar en la población.

El contexto específico de tales preguntas fue el municipio especial de Isla de la Juventud, mas tales interrogantes se ajustan para cada territorio donde los importes han rozado las nubes, como en Pinar del Río. Allí el Gobernador especificó —durante la visita de Gobierno— que se han corregido precios hasta tres veces, lo cual da cuenta (más allá de la corrección) de que a algunos se «les fue la mano» con los numeritos.

No es raro entonces que de las 254 personas que participaron en la tercera pregunta de la encuesta, referida a la valoración de la marcha de la Tarea Ordenamiento, el 48,03 por ciento la evaluó como «positiva, pero hay detalles que deberían continuar revisándose».

En cambio, el 37 por ciento de los entrevistados en el grupo de Facebook opinó que «fue inoportuno realizarla en medio de la pandemia, dada la mala situación económica y la escasez de productos que tiene el país» (añadida por un miembro). Otras personas (12,2 por ciento) piensan que era una medida necesaria, pero requiere de mucho control popular y que nuestra participación es parte del ordenamiento; que no debía postergarse más (1,2 por ciento); y que no ha sido positiva para su economía familiar (0,7 por ciento).

En sentido general —y haciendo un resumen de las más de 400 opiniones obtenidas como parte de la encuesta— aún existen insatisfacciones con el tema salarial, los precios en los comedores obreros, el desabastecimiento de las tiendas en moneda nacional y los productos de primera necesidad que se concentran en las tiendas en MLC (de donde se abastecen también los revendedores), la calidad de los productos que ya no son subsidiados, entre otros.

Trabajar, ¿una Opción?

Si en algo coinciden casi todos es en que, por fin, trabajar se ha vuelto una necesidad impostergable, uno de los objetivos de estas medidas que, ciertamente, se van cumpliendo. Prueba de ello son las cifras de nuevos empleos en el mes de enero y los primeros días de febrero: más de 47 908 personas lograron emplearse, el 63 por ciento en el sector estatal y el 37 por ciento en el no estatal.

Los números son considerables, y brindan una idea de cómo andaba el asunto en el país antes del 1ro. de enero; sin embargo, falta «inyectarle» recursos humanos al sector productivo, vital para impulsar la economía nacional.

Por otro lado, en medio de la pandemia y de las actuales transformaciones, el sector cuentapropista intenta salir a flote con la menor cantidad de perjuicios. No todos lo logran. A Frank Pérez Pérez, residente en Viñales, Pinar del Río, no le ha ido nada bien, pues «la Tarea Ordenamiento se nos unió con la depresión del turismo y en esta casa básicamente vivíamos de un coche. Mi primera decisión fue buscar trabajo. No he encontrado».

Explica que es auditor y ha tratado de hallar algo relacionado con su perfil en Cultura, Vivienda, Salud, Finanzas y Precios, el Inass, el Gobierno y en la Empresa Mayorista de Alimentos. «Estas entidades —asegura él— poseen plazas de recursos humanos, investigador, supervisor, control interno, procesamiento de datos, pero todas están “congeladas”. En enero nos vimos apretados. Pasamos el mes gracias al salario de mi esposa».

Para Yusimí Rivera, también cuentapropista de Viñales, la situación ha sido compleja: «El restaurante no prestó servicios durante meses. Al llegar la Tarea Ordenamiento y disminuir nuestra reserva monetaria, decidimos abrirlo como cafetería. El Mercabal no funciona hace dos meses y solo tiene arroz, harina, azúcar y sal. Al final, hay que seguir comprando a los particulares».

Otra arista del asunto lo vive Marcia Elena Díaz (Ciego de Ávila), dedicada a la peluquería y barbería. Asegura que enero fue un mal mes para sus ingresos: «Los productos han subido tres veces de precio, la gente gasta menos en este tipo de servicio porque no es una necesidad básica, así que tenemos menos clientes».

Estos son, apenas, tres ejemplos que no pueden resumir las diversas vivencias de los trabajadores por cuenta propia en el país, cada cual con sus especificidades. Y como este proceso de ordenamiento incluye análisis y revisiones sería conveniente que en cada territorio se tuviese en cuenta en qué situación se hallan los trabajadores de cada actividad.

Aspirar a mayor calidad de vida

Entendiendo —como lo explicaran el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, y el Presidente de la República— que la Tarea Ordenamiento no constituye por sí misma la solución mágica a todos los problemas presentes en nuestra economía, resulta mucho más urgente que nunca resolver las dificultades de base que encontró dicho proceso al inicio de su implementación.

Un mes de experiencia parece poco, pero para la vida de una persona, para el entorno familiar y hasta para el avance del país es determinante. Los cubanos acogimos este proceso con altas expectativas. Es lógico que así sea, pues como explica el sociólogo bayamés Noel Lara, máster en Comunicación, lo ideal sería que las personas eleven su nivel de vida, con placeres y gustos.

Lo lógico —reflexiona— es que comience a imponerse una planificación económica familiar, que antes no existía, porque muchas personas tenían bajos ingresos; también que se busquen opciones como pluriempleo, contratación con el sector no estatal y prestación de servicios individuales.

«En muchos ciudadanos había acomodamiento. Esa inercia irá quedando atrás, habrá un cambio de mentalidad y el ordenamiento terminará por llegar al hogar para bien», concluye.

Ese es el sueño, el proyecto. Apenas estamos comenzando y en este camino habrá que continuar ordenando lo que deba ser ordenado, y revisando cada pieza del engranaje ciudadano-familia-economía-sociedad, para que no falle la planificación en favor de unos y en detrimento de otros.

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