Durante un lapsus de más o menos un lustro, la caída de los procesos de izquierda en América Latina, –en países como Ecuador-, el Golpe de Estado en Bolivia, el acoso permanente del imperialismo a Venezuela, la pérdida del Frente Amplio en Uruguay en las últimas elecciones, unidos a otros acontecimientos crearon un escenario político proclive a la derecha. El caso más portentoso de consolidación de la derecha fue realizado en Brasil; un Golpe de Estado parlamentario a la presidenta y la inhabilitación política de su líder histórico de izquierda -hasta hace poco tiempo- crearon un contexto favorable a la derechización de la región durante el gobierno de Trump, y trajera al estrado público individuos prehistóricos y fascistoide como Bolsonaro. Sin embargo, poco a poco este escenario se ha ido trasformando; se han instalado gobiernos de centro izquierda en Argentina y México que se han convertido en contrapesos a la fuerte embestida imperial. Un parte aguas en esta situación fue la contundente victoria del Movimiento al Socialismo en Bolivia en las elecciones posteriores al golpe de estado perpetrado contra su líder, a lo que se une la resistencia de Venezuela a la fuerte andanada de la derecha regional y mundial. El escenario creado por la Covid 19 puso al desnudo lo que era ya perceptible, la incapacidad de los gobiernos neoliberales no solo para realizar políticas económicas y sociales estabilizadoras, sino que se abundó en la crisis, producto de la incapacidad de muchos gobiernos de manejar la pandemia.
El odio visceral que generó en el mundo la Administración Trump creó un escenario propicio para que los movimientos sociales progresistas de Estados Unidos apoyaran la candidatura demócrata de Joe Baiden, incluido el fuerte movimiento del Socialismo Democrático en ese país, liderado por varias agrupaciones anticapitalistas y elementos más progresistas como el del senador Bernie Sander. Este movimiento tuvo una fuerte influencia también en movimientos sociales en América Latina y viceversa. Sin embargo, el cambio de gobierno no arrojó los resultados esperados, salvo una leve política migratoria para Centroamérica que no ha resuelto la base estructural de los problemas creados por la hegemonía norteamericana, causa fundamental de la misma. Para el caso de Cuba, continuaron y se han recrudecido las medidas de la administración anterior, demostrando el profundo cáliz político del conflicto con nuestro país, traspasado a la administración actual. En un verdadero estallido social los movimientos antineoliberales y anticapitalistas de Chile se convirtieron en un hervidero y epicentro de la lucha de clases en el continente, haciendo fracasar en las elecciones para la constituyente a los portadores del proyecto neoliberal. Un fracaso en el manejo de la pandemia y una fraudulenta reforma fiscal crearon un segundo estallido social de gran envergadura en el continente, miles de jóvenes de diferentes plataformas se enfrentan a la brutalidad del ejército y la policía en Colombia, hacen fracasar la reforma, y van por la profundización en los cambios a pesar de la enorme brutalidad de la represión. Por si fuera poco, un indígena peruano, autodenominado marxista-leninista, ganó las elecciones en Perú, el país más polarizado posiblemente de la región por las políticas neoliberales. Cuando esto estaba sucediendo, Cuba enfrentaba con relativo éxito la pandemia a pesar del agravamiento del Bloqueo; el país anunciaba su soberanía en términos de producción de vacunas, a la vez que miles de médicos eran enviados por el mundo para combatirla, incluido en este episodio la mismísima Europa. En el plano interno se empezaron a tomar medidas, no solo para enfrentar y mitigar la pandemia sino en un intento por revertir los efectos del bloqueo y la caída de la eficiencia de su sistema productivo, especialmente en el sector agrícola, muy afectado por la falta de insumos y otros suministros. Una fuerte autocrítica sobre los problemas del sector se realizó en el Consejo de Ministros lanzando un programa de más de 50 medidas que tienen como objetivo realzar la economía agrícola; sin embargo ello dista mucho de resolver los problemas a lo que uniríamos no ya los consabidos problemas estructurales sino problemas políticos y administrativos que gravitan sobre los gobiernos territoriales y locales. Es en estos últimos donde, a nuestro juicio, se encuentran las mayores reservas, pero constituyen escenarios en los que se requiere mucho trabajo porque son los que más recrean con mucha fuerza la deformación burocrática, y las prácticas fraudulentas y corruptas que afectan la credibilidad del sistema socialista, a la vez que la inacción refuerza los problemas antes mencionados.
Al recrudecimiento del bloqueo, la ineficiencia del sistema económico y otras malas prácticas, a lo que se une la resistencia a los cambios, se añadió en este “río revuelto” una campaña sin par en las redes sociales contra los valores del socialismo. Elementos contrarrevolucionarios, unidos a los coligados con el imperialismo y pagados con migajas, a los que se sumaron también, personas desatendidas económica y socialmente, crearon las condiciones para el efímero “estallido social”.
Recuérdese que los programas de la Batalla de Ideas, como la universalización de la enseñanza y otros de inclusión económica y social se han formalizado o dejaron de existir, a lo que se une los problemas de financiamiento, creándose un caldo de cultivo para la marginalidad social. Este grupo social es el elegido por el imperialismo para agredir los valores de la Revolución.
La ausencia de grandes teóricos sobre el fracaso del socialismo es un indicador de la transformación del escenario social de la subversión; como tendencia, en el nuevo escenario de la lucha de clases se manifiesta cierto protagonismo –el visible- de los sectores sociales marginados o automarginados. Este grupo es viabilizador del proceso contrarrevolucionario, dada las condiciones objetivas y subjetivas propicias –tanto por el descontento social ante los problemas internos como por la cooptación que hace el imperialismo basado en la cultura de la marginalidad-. Este es el mayor desafío actual que tiene la Revolución cubana en el orden político, por el enorme poder desmovilizador sobre una parte no despreciable de la juventud fundamentalmente, a la que le trasmiten la idea –convertida en una plataforma política- del fracaso del socialismo y su dirigencia.
A esta última achacan todos los problemas existentes y promueven la temeraria idea -de franco corte anexionista- de que se puede subvertir el régimen desde dentro con apoyo externo, en boicot permanente a las políticas trazadas incluyendo el manejo de la pandemia, y una crítica desmedida, tendenciosa y descontextualizada de los problemas de nuestra realidad.
A diferencia de América Latina, en un escenario marcado por el fracaso del capitalismo que agrupa a millones de personas contra él, en Cuba sucede lo contrario, algunos culpan al socialismo por el fracaso y no las verdaderas causas que lo motivan, en este caso el Bloqueo imperialista, lo que no excluye los errores propios y las circunstancias estructurales y las coyunturales en el manejo de una crisis económica que supera ya los treinta años y alcanza varias generaciones de cubanos. En este sentido el país necesita una política pública intersectorial contra la marginalidad y la pobreza;
requiere de la movilización de miles de jóvenes que hoy se encuentran desvinculados del estudio y del trabajo, así como de los desempleados voluntarios e involuntarios, que viven en condiciones de informalidad; debe considerar la promoción de una poderosa economía popular, único recurso disponible hoy ante los grandes desafíos económicos y financieros existentes; también debe flexibilizar las políticas que impiden una verdadera inclusión económica y social. Debe ser prioritario una política que conduzca a estos sectores hacia la condicionalidad socialista, fundamentada científicamente como única opción de Cuba contra el subdesarrollo y única vía de su propia inclusión económica y social.
En la medida que logremos una resistencia efectiva y podamos revertir la situación actual, estaremos enviando al mundo un mensaje esperanzador, el mensaje de la transformación socialista, como antídoto contra el capitalismos voraz en la región. Los ejemplos de apoyo de Argentina y de México fundamentalmente, nos están indicando la importancia que reviste Cuba para este continente, el lugar que ocupa como opción viable contra el imperialismo, caracterizado este por el despojo y el saqueo, incluso el burdo robo de los recursos naturales de los países ocupados, más allá de neocolonialismo habitual; el saqueo del petróleo en Libia, Irak y Siria son un buen ejemplo de lo que expreso, hace apenas unos años era impensable este tipo de despojo. La derecha mundial, busca a toda costa acabar con los acuerdos logrados a nivel mundial en el siglo XX, el sistema de las Naciones Unidas y el derecho internacional, y con ello el establecimiento de un nuevo orden económico mundial del cual la pandemia y las emergencias económicas actuales que en ella hemos vivido, son solo un pálido reflejo. Salvar a Cuba y su Revolución social, es una tarea para todos los revolucionarios del mundo, pero especialmente de los cubanos. Ello requiere de una alta dosis de innovación y de sacrificio. Significa una lectura crítica del proceso de desarrollo del socialismo en Cuba, el abandono de los lugares comunes, la excesiva formalidad de las relaciones sociales. Se necesita cada vez más poder y prosperidad para los trabajadores en todos los ámbitos de la sociedad. Ello implica un debate mucho más crítico y transparente que el institucionalizado, transversal a toda la sociedad, la que está obligada a la búsqueda de soluciones a los problemas más acuciantes, con una mayor participación social de todos los sectores. A la vez, se debe profundizar la transformación política de la sociedad, de manera que se haga efectiva dicha participación.
En el escenario actual, Cuba necesita del mundo pero el mundo necesita de Cuba. Sesenta años de lucha contracorriente no es poco tiempo; avances reales en el desarrollo económico y social han marcado esta resistencia. Debemos mirar el pasado para encarar el futuro, pero se necesita en primera instancia encarar el presente y repensar el futuro. En este empeño no es ocioso recordar el concepto de Raúl Castro de socialismo posible; en mi consideración ello no significa renunciar al socialismo, como tampoco, seguir pensando en el socialismo de corte eurosoviético, cómodamente instalado en la mente de no pocos como nuestra solución. El socialismo cubano debe ser multicolor, esencialmente popular, incluida una buena parte de economía popular, que entrelace los valores de la cooperación y la solidaridad; tiene que ser profundamente cubano y no puede ser calco ni copia, como nos legó Mariátegui. Tiene que ser creación heroica y para eso no nos sirve el libro europeo, ni el libro americano, como nos legó Martí; pero sí la valiosa experiencia acumulada allí donde ha logrado sobrevivir. Si vencemos esta andanada brutal, estaremos luchando por Cuba, por América y por el mundo, de nosotros depende en buena medida que lo logremos.
(tomado del sitio web del MES)