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Una guerrilla de luz

Escrito por dcom

Por Edenia Abreu Hernández

El sábado en la tarde esperábamos ansiosos la llegada de los muchachos que venían de trabajar en la recuperación en La Coloma, pero tras llegar la guagua y verlos, mis ojos se aguaron, era por la felicidad, el orgullo y mil emociones más que no se describir porque apenas verlos fue como recibir a un batallón de héroes sin saberlo.

Sus rostros se veían agotados, muchos venían magullados físicamente del trabajo duro que habían hecho, los chicos venían barbudos y las muchachas con los pelos alborotados, pero traían todos, absolutamente todos, una sonrisa que resaltaba en medio del cansancio.

Siete días estuvieron los 32 jóvenes integrantes de la Guerrilla Universitaria Hermanos Saíz, compuesta por estudiantes de diferentes universidades del país (Universidad de Pinar del Río, Universidad Enrique José Varona, Universidad de La Habana, Universidad de las Ciencias Informáticas, Universidad de Ciencias Médicas de La Habana y Universidad Tecnológica de La Habana), dando lo mejor de sí en la recuperación del poblado pesquero La Coloma, que como todos sabemos, fue severamente afectado por el intenso Ian.

Montaron un campamento con casas de campaña y apenas sin quitarse el polvo comenzaron a trabajar con un nudo en la garganta por el cruel escenario devastado. Limpiaron la panadería, la pizzería y el joven club de computación, organizaron el círculo infantil, recogieron el astillero de barcos, entregaron donativos que llegaban al lugar, contabilizaron las afectaciones en las viviendas y, sobre todo, entregaron mucho amor.

“La experiencia fue fuerte, lo primero es que sabíamos que íbamos en condiciones de campaña, pero muchos como yo, nunca habíamos dormido en casas de campaña y acostumbrarte a descansar ahí luego de un día agotador toma su tiempo. Lo otro es que apenas nos estábamos conociendo porque veníamos todos de lugares distintos y de vivir experiencias diferentes, pero fue increíble ver como los muchachos de otras provincias estaban comprometidos con el trabajo, tenían ganas de hacer y se identificaban con los problemas y las necesidades de las familias colomeras”, aseguró Julio Emilio Morejón Pérez, presidente de la FEU en nuestra Casa de Altos Estudios.

Estos muchachos fueron intrusos en un puerto alejado, pero tan pronto los pescadores y sus familias vieron que realmente habían ido a trabajar, se unieron a ellos y La Coloma empezó a cambiar. Los niños jugaban con ellos, sus padres ayudaban a recoger los destrozos, los más ancianos agradecían las atenciones y quienes llegaban a donar se sorprendían con la presencia de una generación que para nada está perdida.

Sheylan Monzón Allegue, estudiante de segundo año de Licenciatura en Derecho, pobladora y dagnificada del poblado, me comentaba que su pueblo encontró una nueva familia en el grupo de la guerrilla, con el trabajo en el levantamiento de los daños constructivos a las viviendas conoció lugares de su propio pueblo que no había visitado nunca y asegura, se queda con historias de familias que nunca podrá olvidar. «Los niños no nos dejaban irnos y los adultos estaban al pendiente de nosotros. La verdad fue una experiencia bien bonita», concluyó.

Estos valerosos jóvenes no lo saben pero inspiraron a muchos, a unos a salir adelante a pesar de todo, a otros, a sumarse a la colaboración. Ese fue el caso de Nathaly Martínez Hernández, estudiante de primer año de Marxismo Leninismo e Historia, actual Vicepresidenta de la FEU en nuestra universidad y madre de un pequeño de quien se separó por esos días para ir como voluntaria al poblado pesquero.

«Desde el momento en que supe que formaría parte de la guerrilla fue un honor para mí porque sabía que le estaba siendo útil a mi provincia en un momento de desesperación para el pueblo pinareño. Pero fue bien difícil emocionalmente porque sabía que partir hacia La Coloma era dejar a mi bebé por detrás. Las labores que hicimos allí ayudando a los técnicos de la vivienda fueron las más duras para mí porque me ponía en el lugar de cada madre desesperada por un techo para sus hijos, pero a la vez, fueron momentos de crecerse y echar pa lante. Sin pensarlo volvería allí porqe fue una experiencia increíble», resaltó.

Verle las caras incrédulas de muchos en el momento de partir a cumplir su deber y volverlas a ver siete días después completamente diferentes es lo que me convence de que volverán allí y de que estarán en cada momento que se necesite de ellos.

Y sí, son jóvenes de este tiempo, de su tiempo. Son hijos, hermanos, padres, nietos, tíos, primos y futuros profesionales que, por sí solos, emiten luz.

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