“No era el fin, sino el comienzo”, comentara Fidel Castro alguna vez sobre el 26 de julio.
Y es que el asalto al Moncada constituye una de las más importantes páginas de la historia cubana. Y así, meses después, el 16 de octubre de 1953, se realizó en la sala de enfermeras del hospital civil Saturnino Lora, en Santiago de Cuba, el juicio por los sucesos del Moncada, fue allí donde Fidel Castro pronunció su alegato de autodefensa La Historia me Absolverá.
Luego vendría la prisión fecunda para los moncadistas en el Presidio Modelo; la amnistía para los presos políticos; el exilio y los preparativos en México para hacer realidad lo prometido por Fidel: “en 1956 seremos libres o seremos mártires”;
Después: la expedición del yate Granma, con 82 combatientes; la guerra de guerrillas en la Sierra Maestra y su expansión a todo el territorio cubano, y el triunfo de la Revolución el Primero de Enero de 1959 con los barbudos, también dirigidos por Fidel, descendían victoriosos de la Sierra Maestra.
Los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, realizados por los jóvenes de la Generación del Centenario dieron a esa fecha un significado muy especial para el pueblo de Cuba.
Justo al triunfar la Revolución, Fidel expresó en concentración campesina, el 26 de julio de 1959:
“Al verla hoy, al ver el sitial tan alto en que hemos situado nuestra bandera, me sentí tan feliz que vi en ese minuto premiados todos los sacrificios que hemos hecho y todos los sacrificios que tengamos que hacer en lo adelante.
Pero no fue así siempre y por contraste, venían también a nuestras mentes, los recuerdos de aquel primer 26, aquella tarde en que todo era amargura y dolor, en que sobre nuestro ánimo pesaba el dolor de los compañeros que habían muerto y el dolor de la derrota que obligaba a la patria a una espera, cuyos límites era imposible imaginarse en aquel instante.
Y nuestro pueblo es uno de esos pueblos que no tembló nunca ante el sacrificio, es uno de esos pueblos que no tembló nunca ante el precio que le obligasen a pagar por su dignidad y por su libertad; un pueblo que no tembló ni temblará nunca ante el precio que tenga que pagar por su felicidad.»