Por Osbel Benítez Polo (tomado de su perfil de Facebook)
Hace unos días llegaron al hospital dos familias. Todos contactos directo de casos confirmados, en ella había un señor como de cuareta años, alto, muy delgado, con un color pálido en su piel y de ojos cansados.
Luego nos enteramos que era diabético, su madre, abuela de una niña, que era acompañada por su progenitora los cuidaba a ambos, con un sentido protector que me llevaron al tiempo que era arropado por mi abuela Julia, una gran mujer.
Resulta que esa señora que vive en Cabada 75, estaba muy ansiosa, temía por la vida de los suyos, su comportamiento era nervioso, mas la calma apareció al contactar con la doctora Laura.
Nunca faltó la insulina de su hijo, la leche de su nieta, la limpieza de las dos habitaciones, la atención personalizada, los oídos de voluntarios que le escuchabamos sus preocupaciones a la hora de la limpieza, los consejos y sus muchas muestras de agradecimiento y exigencia porque nos cuidaramos. Eso poco a poco le trajo mayor calma.
Hace hoy dos días ella ya no está con nosotros, fue trasladada de Hospital, no quería irse, lloró al despedirse, no tenía palabras a la hora de agradecer «por todo y por tanto» como expresó. -No les conozco con esos trapos que los cuidan, pero solo les digo Gracias por lo que han hecho con mi familia, en Cabada 75, tienen una casa, solo lleguen y digan que fueron ustedes los que me atendieron aquí con tanto amor.
No quería irse decía que estaba protegida, pero su agradecimiento era mucho. Aquí en esta nueva tarea que nos ha tocado cumplir a todos, hay que tener vocación de servicio, pero también un corazón fuerte porque estás historias, le aprietan el pecho a cualquiera.
Quizás algún día pasemos por Cabada 75, quién sabe. Lo que si sabemos es que ha valido la pena vivir para pasar por esta linda experiencia, por conocer a personas agradecidas que saben que en Cuba no solo se salva la vida, también se salva la esperanza.