Por Edenia Abreu Hernández
«Admiro la firmeza de carácter, me distingo por eso, creo, también lo han percibido los que me conocen. Y soy muy desordenado, eso no lo puedo negar, y no pocas veces me ha traído problemas», así se define a sí mismo el joven Darío José Rodríguez García, estudiante de segundo año de Derecho en nuestra Casa de Altos Estudios y quién apenas hace dos días recibió la buena nueva de un premio nacional.
El resultar Vanguardia Integral Nacional del Ministerio de Educación Superior en la esfera de Docencia deviene para Darío punto de llegada y de partida. Según reconoce, un premio así hace un balance de los resultados obtenidos desde que inició sus estudios universitarios y, asegura, exige hacer un análisis de cuánto ha hecho hasta ahora y qué puede hacer mejor para seguir su camino de formación.
«Soy un joven apasionado por el Derecho, por la función neurálgica que cumple en todas las sociedades, porque es la profesión que me posibilita conocer mejor la esencia y manifestaciones de la justicia, valor cumbre que deben defender los juristas para que prime en el sistema axiológico de la sociedad, en la conciencia de todos en el actuar diario y que sea parte de la realidad material, lo que no es sencillo».
«Ius est ars boni et aequi, en latín, en español se traduce como «el Derecho es el arte de lo bueno y lo equitativo», frase atribuida a Celso, un jurisconsulto de la antigua Roma, que aunque resulta una definición un tanto idealista ante los ojos de la que me arriesgo en llamar Escuela Cubana de Derecho, sí ha inspirado a generaciones de juristas desde entonces, para no desistir en la lucha por la justicia, la libertad y la democracia, lo que no me cansaré en perseguir».
Ese es Darío, como él mismo dicer ser, un apasionado del derecho, un apasionado del hacer y un joven de estos tiempos que nos muestra cuánto podemos cambiar nuestra realidad si nos lo proponemos. Lector asiduo, amante de la música, conversador y muy familiar.
Desde su accionar en la Federación Estudiantil Universitaria este joven reconoce que la FEU está llamada a cambiar formas de hacer y retomar valores fundacionales, ser rebelde, crítica, y hacerlo con agudeza, y debe salvar además, aquella capacidad movilizadora que tuvo dentro y fuera de los predios universitarios y que la distinguieron en los años de Mella y en los de Manzanita Echeverría.
Darío es un joven de estos tiempos, un chico común que sabe lo que quiere y ha elegido el mejor camino para lograrlo, un universitario que representa orgullo para nuestra comunidad y y una muestra más de que sí podemos.
