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Comentario Covid-19 Pinar del Río UPR

Crónica en zona roja 1

Escrito por dcom

Por Osbel Benítez Polo (tomado del perfil de Fb)

Confieso que estar en zona roja es más que un reto, un compromiso con la universidad, mi facultad y los miles de pinareños que luchamos por combatir la pandemia de la Covid-19.

Este sábado fue un día fuerte, primer día. Miedos, reconocimiento del terreno, aprendizaje de la tarea, adaptación a un escenario, que, aunque no es nuevo para mí, si la tarea y las circunstancias.

Subir, bajar, llevar merienda, almuerzos, meriendas, comida y merienda fue la práctica de este día. Cinco plantas, sube y baja lleno de alimentos. Una sobre bata que te protege, guantes, dobles nasobucos, una máscara facial y muchos temores que te atrapan, pero a la vez te hacen cumplir la misión sin miedo. Así lo han hecho muchos otros jóvenes antes que nosotros.Hay un momento del día que me marcó.

Soy honesto no recuerdo su nombre, no se siquiera si me lo dijo. Pero ahí estaba ella, esa señora con ojos cansados llorosos y triste. Le pregunté. ¿Qué le pasa señora? Ella que por mi cuenta debe tener más de setenta, me responde. –Estoy bien, pero disgustada. Por qué, respondí. –No he podido saber de los míos, ni ellos de mí.Luego me comentó que su hijo médico, y especialista en ortopedia, había sido positivo, su esposo es caso sospechoso y nadie de su familia sabía de ella.

Sin pensarlo saqué mi teléfono celular y le pregunté el número al cual quería llamar. Ella nerviosa había olvidado hasta el número de sus seres cercanos. Vuelvo a la carga e intento junto a mi hermano Triana calmarla. Ella piensa, dicta un número a una distancia prudencial, tras intentar varias veces, logramos la comunicación.

Del otro lado Niurka, su hermana, otra señora que al escuchar la voz de su carnal expresaba una alegría contagiosa. ¡Qué bueno que se de ti mijita! ¿Dónde estás? Ella muy nerviosa y casi llorando le decía que estaba bien, que no era un hotel, pero la trataban muy bien.

Niurka agradece el gesto y no sabe que no es nada, que es parte del deber que nos corresponde, no solo es repartir comida, sino transmitir calma, tranquilidad y entregar esperanza, porque claro que esto pasará.

Confieso que no recuerdo su nombre, pero no olvidaré jamás su rostro, de alegría y alivio, al hablar, al agradecer, al enterarse que no somos médicos, sino profesores universitarios los que la ayudábamos.

Mi compañero por años en el Departamento Forestal Luis Miguel Triana me mira aún con la máscara empañada, luego me enteré que no era solo sudor, que al igual que a mí, sus ojos languidecieron y no corrieron lágrimas, nos las tragamos, pero sabíamos que esta protagonista de hoy, que no recuerdo su nombre, pero sí su posterior alegría, estaba tranquila, ya el helado le caería bien, ya la comida tenía otro sabor.

No recuerdo su nombre, pero jamás olvidaré su rostro de alegría. Ese fue el alivio a tanto subir y bajar con alimentos esta jornada intensa de sábado.

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