Por Edenia Abreu Hernández
No cabe duda de que las redes sociales están de moda y marcando tendencia. Entre ellas se ha vuelto bastante popular WhatsApp y sus grupos de intercambio de memes, llamadas y miles de mensajes en chat.
Si algo bueno ha traído la cuarentena y el confinamiento en casa, además del necesario descanso, es el hecho de reencontrarnos con antiguos amigos, compañeros de estudios de años anteriores, vecinos que se mudaron y familiares que viven lejos.
Es así que chatear, indagar sobre noticias, comentar sobre un hecho ocurrido y reenviar textos, se ha vuelto la razón de ser de muchos jóvenes.
En tiempos de pandemia, una eficaz manera de mantenernos en contacto con nuestros seres queridos, ha sido la creación de disímiles grupos afines, ya sea por edades, hobby, temáticas específicas o trabajo, en los que se agregan a todos los conocidos posibles.
Mi experiencia personal con la aplicación me ha permitido recontarme virtualmente con amigos y compañeros de estudios que hacía más de diez años no veía, ni sabía nada de ellos.
Con diversidad de profesiones, criterios y experiencias, luego de intercambiar miles de fotos, anécdotas, vivencias, opiniones, memes y mensajes a diario, me he visto en un grupo casi enteramente nuevo, pero unido por especiales recuerdos en torno a una amistad que el tiempo y la distancia no borran.
Me he encontrado con que algunos ya no viven en Cuba, otros se mudaron a distintas provincias y muchos ya son papás de hermosos pequeños. Pero «whatsapperos» todos, mantenemos una comunicación incluso mayor que la teníamos antes y, ahora los deseos y expectativas por reencontrarnos concretamente crecen con cada mensaje.
Revivir recuerdos con antiguas amistades y conversar con familiares que están lejos es el aliciente para muchos de los confinados a causa de la enfermedad que aún nos azota.
Creo firmemente que si estas experiencias han llegado a nuestra existencia en tan difíciles circunstancias, ha sido para mostrarnos el valor de la vida y lo hermoso de los pequeños detalles que muchas veces, por lo ajetreado de la cotidianidad, dejamos en el olvido.
