Por MS.c Luis Pérez González
Me hago portavoz del pueblo y trasmito un fervoroso reconocimiento a todos los educadores porque considero de veras plenamente que enaltecer al maestro es deber de toda la sociedad.
La gigantesca obra que ustedes emprenden a diario desborda de amor y dedicación. Constituyen un ejército de singulares soldados que enarbolan como bandera el cultivo de la inteligencia y el conocimiento.
Desde el nivel primario hasta la universidad se afanan para que cada generación de cubanos aprendan no solo letras y números, sino para formarlos integralmente con la clara convicción de que lo importante es educar para la vida.
Inculcar los valores ciudadanos que la Revolución necesita en niños, adolescentes y jóvenes no es tarea fácil. Así como el alfarero moldea su arcilla, se trata de modelar actitudes, templar el carácter y orientar conductas. Es ese el mejor modo de contrarrestar el egoísmo, la desigualdad y la injusticia, y forjar la solidaridad, la responsabilidad, la honestidad y la laboriosidad.
Cada 22 de diciembre se celebra en Cuba el Día del Educador porque en fecha similar de 1961 la nación se declaró libre de analfabetismo, primer y trascedente empeño cultural que llevó adelante el proceso revolucionario, apenas alcanzado el triunfo en enero de 1959. La luz se impuso a la tiniebla y definitivamente la ignorancia quedó vencida por el saber.
Las raíces del magisterio cubano están incuestionablemente unidas a lo más legítimo y puro de nuestra identidad nacional y comprendimos bien temprano todo el alcance de aquella afirmación martiana; “Ser cultos es el único modo de ser libres”.
La colosal obra educacional que hoy se levanta deviene una de las grandes conquistas de la Revolución, razón más que suficiente para homenajear a estos hombres y mujeres que fertilizan y abonan el presente para asegurar el futuro.
Entrañables educadores, el justo lugar que hoy ocupan, los hace merecedores del reconocimiento social. Como protagonistas de una gran epopeya, reciban nuestro abrazo comprometido y franco.
Como evangelios vivos se alzan con incomparable altruismo y grandeza. “Quien dice educar dice querer”, “Enseñar es crecer”.
Para el claustro de profesores universitarios esta fecha, así como la jornada que en torno a ella se despliega, se presenta siempre como el contexto idóneo para renovar votos de compromiso y pertinencia. La competencia en el ejercicio de la docencia quedará reflejada en la calidad, dígase mejor, integralidad, con que egresen los profesionales de hoy y de mañana.
Por todo ello digo a mis colegas, y escribo en mayúsculas fijas: FELICIDADES. Y me felicito yo por integrar este aguerrido gremio.