Dame el yugo, oh mi madre, de manera
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
Mejor la estrella que ilumina y mata.
Sentenció nuestro apóstol de la independencia en una ocasión convidando con belleza poética y rigor a sentir como deber sagrado luchar por un paso de avance en la historia social del hombre.

A solo horas de conmemorarse 168 años del natalicio del más universal de los cubanos, el estudiantado pinareño lo recuerda con más vehemencia asumiendo siempre su eterna presencia.

La situación epidemiológica no nos permite realizar la histórica marcha de las antorchas o el tan colorido desfile de nuestros pioneros cada 28 de enero, pero esto no implica que le hagamos merecido tributo.

Hoy nuestro tributo es la respuesta que ha dado el estudiantado cubano en el enfrentamiento a la Covid-19, dando muestras de responsabilidad, compromiso, humanismo, desinterés, entrega, llegando a cada barrio, comunidad, centros de aislamiento, hospitales, para colaborar en múltiples tareas que evidencian los niveles de humanismo para asumir las tareas que se nos asignen, manteniendo la idea de ser útiles en cada campo de batalla.

Compatriotas, hoy Cuba vive tiempos excepcionales, tiempos en los que la lucha que se libera es más de ideas que de balas, asediada por un enemigo que no cesa en su empeño de doblegarnos y ponernos de rodillas; pero ante cada amenaza encuentra el escudo de un pueblo firme y decidido a mantener las conquistas alcanzadas.

Por tales motivos es necesario refugiarse en Martí, el cual es la luz que traza la ruta para andar, para hacer y crecer. Convidamos a todos los estudiantes universitarios y al pueblo pinareño en general a colgar nuestra bandera en los portales y llenar nuestros perfiles en las redes sociales con versos e imágenes de José Martí como homenaje a su eterna presencia en el 168 aniversario de su natalicio.

No dudemos que lo demostrado en estos meses de duro batallar, es muestra de que somos herederos de los ideales martianos que nos ha trazado el camino a seguir de quienes hemos optado por ponernos de pie sobre el yugo luciendo en la frente esa estrella que ilumina y mata.