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Comentario Efemérides

Dos grupos etáreos en el pensamiento del Apóstol

Escrito por dcom

Por MSc. Luis Pérez González, miembro de la UNEAC

Ya es manía en mí -nunca rutina que convide al inmovilismo- ejercer el criterio y la escritura ante el advenimiento cada año de cualquier fecha que evoque al Maestro y con especiales razones esta que celebra su natalicio. Se me antoja esta vez referirme a dos grupos etáreos que ocuparon en su pensamiento y sensibilidad un espacio muy singular: la niñez y la ancianidad.


Su obra entera marca esa preferencia, pero su epistolario nos lo revela como si la consabida intimidad de sus páginas garantizara a cada paso elocuentes reflexiones que desbordan sensibilidad y un humanismo contagioso.


En el caso de la infancia bastaría con recorrer algunos renglones de sus archiconocidas cartas a la niña María Mantilla para percibir cuánta ternura y delicadeza brota de cada idea, unido a esa intención educativa y moralizante que deviene ejemplar lección de vida.

Pero como si lo anterior fuera poco, podemos remitirnos a su colección de poemas Ismaelillo, en el que va trasmitiendo una euforia tan pegajosa que provoca en cualquier lector un cómplice disfrute, el cual ocurre como en un estado de encantamiento.

En tal sentido, no olvidamos aquella “rosilla nueva del valle pálido”. Y qué decir de su excepcional libro La Edad de Oro, con poemas y cuentos cuyo aliento nos acompaña a medida que crecemos hasta la adultez. En su prólogo nos deja constancia imborrable de su sentir:


“Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo. Y queremos que nos quieran, y nos vean como cosa de su corazón”.


Con respecto a los ancianos siempre sobresale esa consideración y respeto que debiera toda sociedad profesarles como hombres que representan la sabiduría y la experiencia. Martí afirma en varias ocasiones que no hay nada más bello que amarlos y homenajearlos. Los trata como patriarcas y exclama de emoción: ¡Qué encanto tienen los cabellos blancos! Venera, sin lugar a dudas, a la vejez.


“Se les ve como a veteranos gloriosísimos que vuelven heridos de una gran campaña… Aun cuando hablen con voz trémula y anden con paso tardío, se les ve como a titanes. ¡La vida llevaron a cuestas, y la sacaron a la orilla!”


Esta temática que abordamos es muestra fehaciente de que el preclaro revolucionario, el forjador de nuestra independencia, el gran patriota, es también el hombre de alma pura que sabe comunicar su mensaje de ayuda y solidaridad con sinceridad y transparencia. Esa es su verdadera grandeza.


La sociedad cubana tiene al Maestro como fuente de inspiración para aprender a proteger a estos dos grupos poblacionales. Hasta en tiempos extremadamente difíciles como estos de pandemia cuidamos con esmerada atención a nuestros niños y ciudadanos de la tercera edad.

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