Por Glendy Hernández Arozarena
Hace seis años terminé la Universidad. Dije adiós a la vida de estudiante. Pero el vívido recuerdo de los años de muchas primeras veces vuelve cada 17 de Noviembre cuando tengo ganas de comerme el mundo y creo que todo es posible.
Uno suele enfrentarse a muchos retos: la vida académica, las relaciones sociales, la independencia y la responsabilidad individual. Nos convertimos en adultos a medio tiempo dentro de las aulas y seguimos siendo adolescentes entre risas y travesuras con amigos.
Ser estudiante universitario es algo más que sucumbir a ecuaciones y pensamientos filosóficos y trasnochar por seminarios y proyectos científicos. Es sentir que estás vivo. Es un proceso que va desde el conocimiento adquirido para convertirnos en profesionales exitosos y el rompecabezas que es armarnos como seres humanos. Conoceremos personas que marcarán nuestra vida para siempre o no, nos impondremos una lista de sueños que a toda costa intentaremos cumplir, bailaremos, nos enamoraremos, definiremos un Yo contra todo pronóstico. Ser estudiantes universitarios también permite explorar otros mundos, otras aptitudes.
Así nos veremos en grupos musicales, danzarios o de teatro aunque solo hayamos incursionado en estas artes en la seguridad del hogar.Participaremos en maratones, levantamiento de pesas o en otro deporte solo para probar un sorbo de adrenalina.
Y es que ser universitario es vibrar con todo lo que se hace, no repetirse, enarbolar el «CarpeDiem» porque son los mejores momentos que tendremos.